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Al lugar donde has sido feliz…

Al lugar donde has sido feliz… no debieras tratar de volver.

No sé quién fue el primero en pronunciar esa frase, pero… ¡Cuánta razón tenía! Todos recordamos la magia de algunos lugares asombrosos donde vivimos experiencias insustituibles. Tanto es así que a veces deseamos fervientemente regresar allí, bajo la esperanza de que en ese lugar nos inunden las sensaciones que pudimos experimentar en otro tiempo. A veces, por suerte o no, conseguimos volver… sólo para darnos cuenta de que los lugares no son intrínsecamente especiales, y de que somos nosotros, con las experiencias que allí vivimos en un tiempo dado, los que los convertimos en ese mito que ahora… se nos cae.

A veces en realidad no ha cambiado nada en ese lugar… todo sigue en su sitio y, sin embargo, hay algo que no es lo mismo… y que tiene que ver con nosotros y nuestra evolución personal. La inocencia con que disfrutamos la primera vez de un lugar nos deja anonadados a cada rincón nuevo que descubrimos, e impregna de emoción cada lugar que visitamos. Esa inocencia es un ingrediente fundamental en nuestra manera de descubrir un sitio… y sin ella, ese lugar es sólo uno más entre tantos.

Este año he vuelto al Camino de Santiago, esta vez por la ruta costera. Han sido cuarenta días de aventuras y desventuras, lo he pasado muy bien y he descubierto lugares extraordinarios. Y sin embargo… la experiencia no ha sido la misma que cuando hice el Camino Francés, hace ya cinco años. Tenía la vaga esperanza de que fuera debido a la diferencia entre ambos caminos y de que, cuando se juntasen en Arzúa, pudiera experimentar la magia que había caracterizado mi experiencia pasada. Pero muy lejos de ser así, cuando llegué a ese lugar todo me pareció un montaje, un entorno creado por y para que uno sienta ese despertar del que hablan los best sellers publicados últimamente. Me pareció algo falso y… decepcionante.

Yo había construido un mito que no era realidad, pero… que valía la pena creer. Me daba mucha fuerza pensar que existía ese lugar mágico donde uno podía olvidar sus problemas… tan cerca de casa. Por eso bien pienso ahora que… al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver. Vale la pena conservar la ilusión de que ese tipo de lugares existen por sí mismos… vale la pena creer en ellos.

Y vosotros… ¿Tenéis un lugar mágico al que no volver? 🙂

Miri

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